Definir la piel sensible no es fácil, pero podríamos decir que es una “ piel susceptible” que reacciona más rápido o más intensamente que una piel normal en idénticas circunstancias. Es una piel que reacciona irritándose o congestionándose ante la más pequeña agresión.
Diferentes tipos de pieles sensibles:
Piel sensible natural: su piel es fina, clara, a veces un poco seca, se descama en superficie y se enrojece fácilmente.
Piel sensible reactiva: el frio, el sol, el viento y los cuidados de higiene inadecuados estropean su piel. Un peeling o una intervención láser, pueden ocasionar que su piel reaccione activamente.
Piel ocasionalmente sensible: una afección cutánea, tal como una dermatitis seborreica, un acné rosácea, así como otras muchas situaciones activan la sensibilidad de su piel.
La piel, al ser el órgano más grande del cuerpo, está en contacto con mayor número de sustancias que pueden afectarlo y, además, es el único órgano que está expuesto al medio ambiente, por lo que se vuelve altamente vulnerable.
La sensibilidad puede estar presente en cualquier tipo de piel, sea ésta grasa, seca, mixta o madura, por lo que puede presentarse desde la niñez hasta la edad madura y aparecer de pronto o bien incrementarse con el paso del tiempo.
La piel sensible se caracteriza por ser muy fina, delicada y blanca. De apariencia cutánea frágil; generalmente piel seca o con tendencia a seca, frecuentemente aparece cuperosis (enrojecimiento de la cara persistente) y de textura no uniforme: escamas, erupciones y con tendencia a manchas, prurito (picor), calor y tirantez. El envejecimiento es más rápido y puede presentar aparición prematura de arrugas.
Se puede distinguir entre pieles sensibles y pieles sensibilizadas:
Piel sensible: se presenta con tirantez y picazón. La piel reacciona de forma excesiva al viento, al frio, al uso de productos inadecuados, a una limpieza muy enérgica o a las aguas de gran dureza. A veces, se transforma en alérgica, desde ese momento la
Piel sensibilizada: se presenta debido a ciertas intolerancias por productos de higiene de uso diario, que llegan a producir verdaderas alergias y son responsables de la aparición del eccema y/o urticaria.
Tratamiento
Para tratarlas es vital elegir productos que respeten el equilibrio natural de la piel, sin alterarla y con el fin de eliminar todo rastro de suciedad y de maquillaje de forma suave. Deben limpiarse con jabones muy suaves sin detergentes. Lo ideal son las leches limpiadoras, las aguas y texturas tipo mousse. Posteriormente se puede aplicar una pulverización de agua termal. Después hay que hidratar abundantemente con cremas hipoalergénicas. En caso de hacer exfoliación debe hacerse una vez por semana como máximo, siempre y cuando sea con delicadeza. También es útil usar una crema calmante a base de manzanilla o alantoína. Los cosméticos para pieles sensibles pueden ser:
Sustancias calmantes: Con propiedades descongestionantes (o antiinflamatorias) y suavizantes (extractos de Regaliz, Manzanilla, Caléndula y Vid). También las aguas termales pueden poseer acción calmante.
Sustancias vasoprotectoras: Con propiedades antiedematosas y estimulantes circulatorios como el castaño de Indias, la Centella Asiática, el Hamamelis y la Mimosa.
Sustancias antioxidantes y radicales libres: Impiden la iniciación y propagación de las reacciones oxidativas como son el extracto de Caléndula, laVid y la Mimosa.
Sustancias hidratantes: Se utilizan para tratar la sequedad y aspereza cutánea como son los extractos vegetales de Malva, de Pepino, Avena y Trigo.
Sustancias nutritivas: Su mecanismo se basa en el aporte de lípidos que refuerzan la función barrera de la piel, lo que conlleva una mejora de la aspereza, sequedad y descamación. Podemos destacar la Vitamina F, la Borraja, la Caléndula, y el Girasol.
Sustancias inmunomoduladoras: Que estimulan y refuerzan la capacidad inmunitaria de la piel como son las algas, los extractos de Avena, el Trigo, la Cebada y el Aloe vera).
Consejos prácticos
Como consejo práctico más importante debemos destacar el evitar los factores externos que pueden ocasionar la sensibilización de la piel, como son:
Factores físicos: frío, viento, radiaciones U.V, cambios bruscos temperatura y humedad.
Factores químicos: cosméticos, jabones, perfumes.
Factores psicológicos: estrés, emociones, fatiga, falta de sueño.
Factores hormonales: ciclo menstrual, cambios hormonales (pubertad, embarazo, menopausia).
También existen otros factores desencadenantes que debemos evitar, tales como: Exposición a detergentes, determinados tejidos (lana), y medicamentos tópicos que pueden derivar en reacciones alérgicas y de irritación por contacto con la piel. La sensibilidad de la piel puede atribuirse también a causas genéticas. Si se presentan alergias sistémicas relacionadas con el polvo, polen, comidas, lácteos, mariscos, frutas, conservantes y otros agentes parecidos, el organismo libera histamina, por lo que empeora el estado de la piel haciéndola aún más sensible.
Medidas preventivas
Es importante saber que la piel se puede sensibilizar de forma intermitente y regresar a su estado normal cuando la exposición a los irritantes ha cesado. Conviene evitar los cambios de temperatura bruscos y los ambientes muy secos. Las comidas muy picantes, el alcohol y el tabaco, también deben evitarse pues contribuyen a aumentar notablemente la sensibilidad cutánea. En la dieta deberían incluirse ciertos alimentos ricos en Vitamina C (kiwis, naranjas).